Comentario
Para que el Tercer Mundo pudiera desempeñar un papel en las relaciones internacionales resultaba por completo necesario que adquiriera conciencia de sí mismo. Empezó a lograrlo con ocasión de la conferencia de Bandung, antigua capital de Indonesia, celebrada en abril de 1955. Quienes tuvieron la iniciativa de celebrarla fueron cinco jefes de Gobierno asiáticos -los de Birmania, Ceilán, India, Indonesia y Pakistán-, la mayor parte de ellos antiguas colonias británicas. Invitaron a otros veinticinco países de Asia y África, de los que la inmensa mayoría aceptaron. La coyuntura internacional contribuye en buena medida a explicar el éxito de la conferencia. Habían concluido ya la Guerra de Corea y la de Indochina mientras que proseguía la relación conflictiva entre los Estados Unidos y China y se hacía cada vez más necesaria la reafirmación de una política propia a desarrollar por parte de los países recién independizados. Además, después de 1954 parecía haberse solucionado, aunque sólo fuera a título provisional, el conflicto entre China e India en relación con el Tíbet. El primer ministro indio, Nehru, consideraba que era de la máxima importancia lograr que China hiciera acto de presencia en el escenario internacional asiático.
Entre los asistentes fue muy pronto fácil de percibir la existencia de hasta tres tendencias: una pro-occidental -Japón, Filipinas, Vietnam del Sur, Laos, Tailandia, Turquía, Pakistán, Etiopía, Libia, Libano, Irak, Irán, Liberia...-, otra estrictamente neutralista -Afganistán, Birmania, Egipto, India, Indonesia, Siria...- y una tercera comunista (China y Vietnam del Norte). El resto de los asistentes osciló en su postura. China, representada por Chu En Lai, quizá por el carácter de su representación o por su conciencia de estar en minoría, tuvo un papel moderado en la conferencia mientras que algunos países como Pakistán dejaron bien clara desde un principio su política anticomunista.
Pero todos coincidieron en la condena del colonialismo, principal tema que había convocado a los presentes. Tres países prooccidentales -Filipinas, Pakistán y Tailandia- llamaron la atención acerca de que, si hasta el momento el colonialismo había sido una realidad occidental existía el peligro de que apareciera una nueva forma de colonialismo peor que la primera; el último de los países citados hizo referencia a una realidad especialmente digna de ser tenida en consideración por los países del Sudeste asiático, es decir la existencia de importantes minorías chinas en todos los países del área. Finalmente se aprobó una condena del "colonialismo en todas sus manifestaciones", propuesta por el indio Krisna Menon, que satisfizo a todos a pesar de basarse en el inconveniente de la imprecisión.
El "no alineamiento" o "coexistencia pacífica" fue el segundo tema más importante de la reunión y también dio lugar a una viva controversia entre los asistentes. Para los más neutralistas de ellos, la misión histórica de los países que acababan de alcanzar la independencia era situarse entre los comunistas y los occidentales como una especie de colchón protector de la paz y la convivencia entre las naciones. Nehru, por ejemplo, defendió como base de acción de los países reunidos el "Panch Shila", es decir los cinco principios incluidos por India y China en el preámbulo del acuerdo al que habían llegado para dirimir sus contenciosos sobre Tíbet y que eran considerados como un modelo de lo que debieran ser las relaciones internacionales en el mundo futuro: respeto a la integridad territorial y a la soberanía, no agresión, no ingerencia en los asuntos internos, reciprocidad y coexistencia pacífica. Nehru afirmó que constituía una "intolerable humillación" aceptar que una nación recién independizada pudiera pasar a figurar como un satélite de una de los dos superpotencias que se habían confrontado hasta el momento y previó que si estos alineamientos proliferaban el resultado sería muy peligroso para la paz mundial. Pero los países occidentales, por la boca del presidente pakistaní Mohamed Alí, propusieron una fórmula diferente, los "siete pilares de la paz", propuestos por él que incluían el derecho a defenderse de forma individual o colectiva; así se justificaría la pertenencia de su país a la SEATO, inspirada por los Estados Unidos. La mediación para lograr una solución satisfactoria para todos fue, en este caso, obra de Chu En Lai, que aceptó la fórmula pakistaní después de lograr que este país declarara que no llevaría a cabo nunca una guerra de agresión en contra de China.
La importancia de la Conferencia de Bandung reside en que fue la primera ocasión en que se produjo la reunión de una gran conferencia de países del Tercer Mundo sin la presencia de los europeos, de la URSS o de los Estados Unidos. Los acuerdos a los que se llegó en ella no fueron tan importantes como el hecho de que demostró que un nuevo actor hacía acto de presencia sobre el escenario internacional. Eran, según Senghor, uno de los líderes más importantes del África convertida en independiente, "los pueblos de color, los pobres del mundo". Por lo menos, según comentó un profesor de la Universidad de El Cairo, Butros Butros-Gali, que con el paso del tiempo llegaría a convertirse en secretario general de la ONU, se había creado la ilusión de un porvenir mejor. La Conferencia coincidió con el comienzo de una oleada de emancipaciones coloniales y sentó la aparición de una nueva realidad en las relaciones internacionales que habría de convertirse en un dato permanente durante mucho tiempo. De entrada, el encuentro de Nasser, Tito y Nehru en Brioni en julio de 1956 permitió promover los principios de no alineamiento y coexistencia pacífica por más que al secretario de Estado norteamericano John Foster Dulles le parecieran "inmorales"; además, consagró el liderazgo del movimiento de los países no alineados en los tres personajes indicados. El reavivamiento del nacionalismo árabe y una nueva actitud de la URSS de cara a la política internacional en Oriente Medio contribuyen a explicar los acontecimientos que tuvieron lugar en esta parte del mundo y que fueron, sin duda, una espectacular victoria, en términos relativos, sobre los países colonizadores de antaño